sábado, 19 de diciembre de 2015

La naturaleza del hombre

Aproximadamente mil años antes de que Cristo naciera el valle del Cusco estaba ocupado por los marcavalle. Construían sus chozas, cultivaban su maíz, trabajaban su cerámica, creían en sus deidades, vivían sus vidas, enterraban a sus muertos. Las montañas andinas determinaban los márgenes de su universo hasta que un día descubrieron que no todo terminaba allí. Un nuevo ser humano de contextura física y vestimentas diferentes apareció acompañado de muchos compañeros. Les dijeron que su manera de ver la vida no era la correcta y trajeron a más camaradas para instalarse en la zona y enseñarles a los marcavalle cómo era el modo adecuado de vivir. A los que les gustaba bien, y a los que no, también. Porque los recién llegados tenían más carácter y espíritu de liderazgo.

Desde entonces Cusco estuvo ocupado por los incas. Trabajaron la quinua en sus terrazas de cultivos, construyeron sus aldeas, sus templos, sus fortalezas, pulieron sus majestuosos muros. Creyeron en Wiracocha y en los Apus. Les hicieron ofrendas. Se volvieron cada vez más sabios. Con el Inca Pachacuteq expandieron su imperio, llegaron desde el territorio de Ecuador hasta el de Argentina. Vivieron sus vidas y se sintieron la civilización más poderosa de la Tierra, hasta que un día apareció un hombre montado a un animal que no era una llama ni una alpaca. Les dijeron que sus creencias religiosas no eran las correctas, muchos se resistieron. Casualmente los que se resistían terminaban muertos, y entonces con el pasar del tiempo y el aumento de la impotencia concluyeron entendiendo que aquel hombre tenía razón.

Y entonces a partir de ese momento el hombre español se instaló en la región del Cusco. Crió sus gallinas, sus vacas y sus cerdos y se los comió. Derribó los templos incas y construyó sobre ellos sus iglesias: la Catedral, la de Santo Domingo y la de San Francisco, entre muchas otras. Creyó en Dios, en aquel Cristo y en el Espíritu Santo. Construyó una estatua de Pachacuteq , como si fuera para limpiar culpas. Creó universidades, se educó y le puso etiquetas a los conocimientos. Tuvo hijos, nietos y bisnietos. El Cusco parecía haber existido para ser habitado por ellos.

Algunos siglos después se inauguró un McDonald’s frente a la Plaza de Armas de Cusco. Más tarde abrió un Starbucks, luego un Kentucky Fried Chicken y la rueda sigue girando.

 

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