El archipiélago de San Blas en Panamá es de por sí un
destino mágico por sus playas y paisajes, pero se vuelve aún más interesante
cuando se descubre a los kuna, la cultura que habita estas islas hace ya
cientos de años.
Originalmente los Kuna Yala vivían en la costa caribe de
Colombia hasta la llegada de los españoles, cuando decidieron migrar a la zona
actualmente conocida como Darién. Esta región selvática y húmeda tenía un gran
problema: los mosquitos, razón por la cual los kuna decidieron moverse a las
islas que había justo en frente.
A partir de ese momento los kuna empezaron a explotar el
área mediante la comercialización del coco, y lo hicieron tan bien que hoy en
día el archipiélago de San Blas posee una de las plantaciones de coco más
importantes a nivel mundial. Gracias a esto, los kuna pueden mantener una autonomía
económica que a lo largo de la historia se vio reflejada en las numerosas veces
en que intentaron independizarse de la República de Panamá. De hecho han
expulsado a barcos militares panameños ayudados por barcos de la marina
estadounidense, a los cuales les pagaron la cooperación con cocos.
Más allá de su increíble historia, lo que más me llamó la
atención de la cultura kuna fue su apertura mental y su tendencia a la
inclusión social. En la comunidad no existe religión oficial y todas las
creencias son permitidas. También hay libertad en cuanto a la orientación
sexual, no hay prejuicios ni discriminación contra homosexuales y transexuales,
y esto funciona así desde hace cientos de años. Una lección ancestral a muchas sociedades modernas.
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