Después de tanto, una vez más nos encontramos cerca de
una frontera. Pero esta vez el trago viene con doble nostalgia ya que además de
estar despidiendo al país en que más tiempo duró nuestra estadía hasta el
momento también le estamos diciendo hasta luego a América del Sur.
Nuestros
días en Colombia fueron intensos, de mucho crecimiento y aprendizaje. Al
principio subiendo rapidísimo (pronto llegaban amigos y familia a visitarnos a
Cartagena) por un montón de destinos a los que algún día queremos volver para
poder explorarlos mejor, después sentirnos como en casa por un tiempo gracias a
la gente de Argentina que nos visitó, luego en plan de búsqueda laboral al
principio sin mucho éxito y luego con grandes oportunidades al punto de
quedarnos viviendo en Cartagena por cinco meses. Esto nos llevó a desafíos que
nunca antes habíamos afrontado durante el viaje, a sentirnos realmente parte de
una ciudad, de un grupo de compañeros, de una sociedad. La experiencia fue de
mucha vorágine pero a su vez magnífica y enriquecedora.
Hace algunos días nos fuimos de esa ciudad hacia
destinos paradisíacos, nos sentimos como si estuviéramos de vacaciones por una
semana y recién ahora empezamos a caer en que la ruta sigue, en que volvimos al
ruedo. Con ansiedad, expectativas y curiosidad por las experiencias
centroamericanas que se avecinan, pero obviamente también con algo de
melancolía por haber dejado este país que tan bien nos recibió y trató durante
el último medio año.
Más allá de los paisajes de ensueño, los ríos cristalinos,
las palmas de 80 metros y nuestro debut en las playas del caribe entre muchos
otros, lo más lindo que nos llevamos es la hospitalidad del país cafetero. Solamente
tenemos palabras de agradecimiento, gracias por las oportunidades y por la
alegría constante a cada una de las regiones colombianas que visitamos. Fue un cierre inmejorable para nuestros meses
en el continente sudamericano. ¡Gracias, parceros! ¡Viva Colombia, viva América
del Sur!
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