En el corazón de la amazonia boliviana, a 18 horas
desde La Paz en bus por carretera de ripio, en aquel lugar donde uno no se lo
imagina, existe la que tal vez sea la mejor panadería que tuvimos el placer de
conocer hasta el momento. Estamos hablando de panadería Paris, en Rurrenabaque,
Bolivia.
Dimos con ella apenas pusimos un pie en este hermoso
pueblo. Mientras íbamos en el moto taxi desde la terminal hasta el hospedaje,
el conductor saludó a un hombre que estaba en la vereda y este nos gritó en un
acento extraño que pasemos por su panadería luego de instalarnos.
De esta manera, un poco por curiosos y un poco por
hambrientos, fue que entramos por primera vez a panadería Paris: una pequeña
habitación sin decoración con tres hornos enormes, atendida por unos tres
empleados y su dueño, un francés que hace muchos años se enamoró de esta región
y vino prácticamente sin nada a montar un negocio de lo que mejor sabe hacer.
Pan de chocolate, pan relleno de jamón y bechamel,
kisch de champignones, pan relleno de manzana y otras exquisiteces son
preparadas de manera casera por el mismo. En este sencillo local además se
ofrece una acotada lista de bebidas (café, té, chocolatada, jugo exprimido de
naranja) para acompañar en algunas mesas
y sillas que hay en la vereda. El lugar siempre está lleno y no es para menos,
no solo lo frecuentan turistas sino que también la gente local sucumbe ante tan
deliciosos panes pese a su precio, que si bien no es caro, es un poco más alto
que lo que se puede encontrar en el mercado de Rurrenabaque.
Lo único malo de panadería Paris es que abre solo por
la mañana y los domingos permanece cerrado: un pecado. Cuando le preguntamos a
su dueño el por qué de ese horario nos contó que no quiere vivir esclavo de
su trabajo pese a la pérdida económica que esto representa. Una decisión admirable.
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