Durante el viaje hubo muchos días sin ninguna
actividad o aventura puntual en los que igualmente creemos que lo pasamos
genial. Por ejemplo, supongamos
un día de estos en nuestra estadía en Cusco, visto desde el enfoque cotidiano:
- ¿Qué hicieron hoy?
- Nada,
estuvimos en el hostal y salimos a vender trufas.
Suena aburridísimo y
sin gracia. Da como esa sensación de que todos los días son iguales. Por suerte
nunca contamos los días de nuestro viaje así, sino que lo hacemos más orientado
al estilo anecdótico:
“Hoy nos levantamos a las diez, en realidad pusimos el despertador
a las nueve pero como se escuchaban algunas gotas de lluvia decidimos quedarnos
haciendo fiaca una hora. Fuimos al mercado a comprar verduras y la mamita que
nos las vendió nos habló sobre la cantidad de turistas que se quedan viviendo
en Cusco un tiempo y sobre cuánto le cuesta despedirlos cuando se van porque se
encariña. Volvimos al hostal e hicimos unas omelettes riquísimas. Más tarde
vino Stjepan, nos pusimos a hacer las trufas y decidimos probar con un nuevo
sabor: plátano y avena. Salimos a vender y nos fue más o menos pero me pasó
algo loco: una tropa de niñas se sorprendió cuando les dije mi nombre y mi
nacionalidad porque al parecer tengo un tocayo argentino en el Gran Hermano
peruano. Oportuna coincidencia que mejoró las ventas a ese grupo. Después de
trabajar fuimos con Maru a tomar unos mates en la plaza San Blas y pudimos ver
cómo las luces de la ciudad se iban encendiendo a medida que el sol se
escondía. Es una de nuestras vistas favoritas en lo que va del viaje.”
No sé a ustedes, pero
a mí me parece bastante más interesante que el primer modo de contarlo. Pueden
pensar que es entretenido por el solo hecho de estar de viaje, pero estoy
convencido de que no es así y por eso ahora voy a saltar en el tiempo un año atrás
y aplicar este mismo enfoque a un típico día mío en Buenos Aires:
“Arranqué el día un poco movido porque me quedé dormido. Tuve que
salir corriendo a la oficina pero calavera no chilla: no escuché el despertador
porque el día anterior nos habíamos quedado hasta tarde tomando algo y
charlando con mis amigos en Gulp, el bar del barrio. Así que el estrés valió la
pena, aunque llegué un ratito tarde a la oficina y apenas entré me tuve que
poner las pilas.”
“Me serví un café y enseguida le avisé a Silvi que ya estaba listo
para la reunión que teníamos planeada. Analizamos algunos problemas que había
reportado el cliente y después de varias horas de concentración decidimos hacer
unos mates para relajar, lo que terminó virando en una de nuestras clásicas
charlas filosóficas que empiezan con la pregunta ‘¿qué opinás de todo?’.”
“Después de eso ya era la hora del almuerzo, así que salimos con
Juanca a comprar comida. Durante el camino nos la pasamos charlando sobre
cuándo sería la próxima parrillada que hagamos con los compañeros del trabajo y
quedamos para fin de mes, había que ver si los otros podían. Comimos unas
milanesas napolitanas de ‘El Nono’ y después volvimos a nuestros escritorios.”
“Trabajé algunas horas más en los puntos que habíamos estado
analizando con Silvi y en un momento tuve que molestar a Lucio para ver juntos
algo del look&feel del proyecto ya que él es el diseñador web. Aprovechamos
para tomar unos mates y después de resolver el problema nos quedamos charlando
sobre música. Me recomendó algunas bandas nuevas para escuchar y me contó que
su banda, Alasdies, planeaba una nueva fecha para fin de mes. Ideal para
combinar con la parrillada de Juanca, pensé. De pronto miré el reloj y me di
cuenta de que se me había hecho un poco tarde y tenía que ir a la facultad.”
“Salí volando para el subte donde me encontré a Ariana, otra
compañera de trabajo, y charlamos de todo un poco hasta la estación Carlos
Gardel, donde yo bajé. Llegué al aula que me tocaba ese día y el profesor
todavía no había llegado pero sí estaban Jota y Julian Muñoz, dos compañeros
con los que vengo cursando desde el principio de la carrera. Estuvimos
riéndonos de nada como de costumbre y Jota me recomendó algunas películas de
Steve Carell para bajar.”
Llegué a mi casa, me
senté a cenar con mi mamá y mi hermana y ocurrió el siguiente diálogo:
- ¿Qué tal tu día,
Facu?- Cansador, mucho laburo y después cursé.
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